Pregón de Navidad 2013
IÑAKI JIMÉNEZ FERNÁNDEZ DE RETANA
“Volviendo a casa”
Han pasado ya 25 años desde aquel 16 de diciembre de 1988, Joaquín Jiménez se convertía en el primer pregonero de la Navidad. Desde entonces todos los años nos hemos mantenido fieles en esta llamada a la fiesta, con pregoneros siempre de lujo. Hoy, queremos rendir un homenaje a Joaquín y en el a todos los pregoneros, un gesto cariñoso encargando esta siempre difícil tarea a su hijo Iñaki, quien además de ser hijo de Joaquín reúne de por sí cualidades sobradas para engrandecer el ya amplio grupo de los pregoneros de la Navidad en Vitoria-Gasteiz.
Cuando me llamaron para comentarme la posibilidad de encargarme del pregón de la Navidad de este año, no pude negarme. Cuando a la noche abrí el ordenador en la página de la Asociación Belenista y vi la lista de los que me han precedido, estuve a punto de llamarle a Iñigo Bastida y decirle que se buscase otro motivo y otro ponente. Más aún cuando leí el último pregón de mi amigo Pablo y ponía que le avisaron en abril para prepararlo y yo disponía de apenas un mes. Lo intempestivo de la hora hizo que no realizase esa llamada y aquí estoy, dispuesto a cumplir lo mejor posible con este bonito reto. Y todo porque, aunque la responsabilidad era grande, el motivo significaba, creo yo, algo mucho más importante. Me comentó Iñigo que se trataba de hacer un pequeño homenaje a mi padre, a Joaquín. Y ahí es cuando no me pude negar. Yo, que le he acompañado tantas veces a un montón de salas para escuchar sus conferencias, no podía decir que no. Y me hace mucha ilusión que hoy haya sido él el que me acompañe a mí.
Me pareció una idea muy bonita que, veinticinco años después de que Joaquín pronunciara el primer pregón de la Navidad, allá por 1988, nos encargásemos sus hijos de organizar este pregón para recordar el suyo. Por tanto, quizá para repartir esa responsabilidad y los posibles fallos que pueda cometer, me presento ante vosotros representando a mis cuatro hermanos y a mí mismo. Además, este marco en el que nos encontramos, al que muchas veces hemos venido Joaquín y yo, es ideal para poder ser perdonado por los defectos que pueda tener en esta presentación.
Hecha esta pequeña pero necesaria introducción, quisiera empezar invitándoos a escuchar una melodía. Todo el que la escucha, la asocia a la Navidad. Y, en estos tiempos, adquiere mucho más sentido ya que la dispersión que se ha producido en muchas familias en los últimos años, hace que sean muchos los que viven fuera de nuestras fronteras y que, al llegar estas entrañables fechas, intentan poder pasar alguna de esas fiestas con los suyos. (Se escucha la melodía de “Vuelve, a casa vuelve…”).
Todos conocemos a alguien que es protagonista de este video que acabamos de ver y que también regresa a casa por Navidad. Y, como he dicho anteriormente, cada vez son más las familias donde este hecho tiene lugar.
También nosotros tenemos a algunos. Un hijo de Zape, hermano de Joaquín, vive en Bélgica desde hace años. Cuando se enteró de este homenaje, me llamó y me dijo que él vuelve a Vitoria el día 23. Pero que quería estar presente de alguna manera. Voy a aprovechar este sitio tan apropiado donde me encuentro, para leeros una pequeña carta que me ha enviado.
Lectura de la carta de mi primo Ramón a los aquí presentes: “Querido primo Iñaki,
Me alegra enterarme de que, 25 años después del pregón de Navidad pronunciado por tu padre Joaquín, seas tú, un hijo suyo, el que vuelva a hacerlo.
Sabes bien la estima que tengo hacia mi tío tanto como persona como por sus estudios acerca de las tradiciones alavesas, empezando por la manera de celebrar la Navidad.
Gracias a individuos como él podemos ser conscientes de nuestras raíces, sin las cuales iríamos por el mundo sin ton ni son. Es precisamente por Navidad cuando los que estamos fuera añoramos con más intensidad nuestro lugar de origen, y si las circunstancias nos impiden volver, buscamos la manera de encontrar sitios que nos evoquen nuestra tierra y a los nuestros.
Ramón y Elombuangani festejando la Navidad en Corisco (Guinea)
En mi caso, todos los años que me he tenido que quedar por Navidad en Bruselas y, desde la distancia, quisiera que le dijeras a Joaquín que gracias en gran parte a él, se produjo un pequeño cuento de Navidad en la lejana Guinea. Resulta que fue Joaquín el que, hace muchos años, hizo posible que yo leyera los escritos del explorador Manuel Iradier, al que desde entonces admiro. Pues bien, en cuanto pude, viajé a Guinea y entré en contacto con los descendientes de quienes habían conocido a Iradier, entre ellos un descendiente de su fiel ayudante Elombuangani. Resultó que ese descendiente era el diácono de la humilde y destartalada iglesia de la isla de Corisco y cuando le pregunté a ver qué necesitaba, sólo me pidió una cosa: un niño Jesús para poder celebrar la Navidad.
Y así fue. En la siguiente visita que hice a Guinea, precisamente por Navidad, llevé el Niño Jesús que ves en la foto. Para nosotros es una figurita de lo más banal, pero que en la isla guineana de Corisco es ya uno de los bienes más preciados, si no el más preciado, ya que insufla esperanza y dignidad entre tanta miseria.
Te aseguro que, en el África tropical, viendo a los niños acercarse alborozados a la Iglesia al toque de la campana huérfana del campanario, llegué al convencimiento de que los que menos tienen, los más pobres y vulnerables, son los que están más cerca de ese misterio que es la Navidad.
Quisiera compartir esa foto que te adjunto de aquella Navidad africana, con los vitorianos que se acerquen a oír ese pregón. Comprobarán que el Belén de Corisco no es el Belén de nuestra Florida, pero que su grandeza es la misma.
Feliz Navidad te desea tu primo Ramón”
Volviendo a casa, quisiera continuar comentando que cuando Joaquín pronunció aquel primer pregón un 16 de diciembre de 1988 y en este mismo escenario, lo dedicó, como no podía ser de otra manera en él, a la Navidad en Álava. Quisiera recordar aquí algunas de sus palabras, acaso para intentar rejuvenecer algunos años, aunque sea con la imaginación.
Casi enlazando con la idea de esa dispersión familiar que se produce actualmente, Joaquín se adelantó al presente y empezó diciendo que “la Navidad, es decir, el nacimiento de Dios Hijo, es de tal importancia para el género humano, que su celebración trasciende de las fronteras del mundo cristiano para convertirse en la gran fiesta de toda la humanidad, de todos los tiempos y de todos los espacios”.
Continuó diciendo que “su celebración abarca un periodo más o menos largo que puede ir, en el más corto de los casos desde la Nochebuena a Reyes o en el más largo de los ciclos desde el primer domingo de Adviento (a últimos de noviembre) hasta el día de la Purificación de Nuestra Señora (a principios de febrero) comprendiendo así un periodo que coincide con el que los primitivos pueblos lo llenaban con lo que ha venido en llamarse “fiestas de invierno” que los paganos dedicaban al nacimiento del Sol”. Como veremos más adelante, en nuestra casa casi se cumplía esta extensión en el tiempo en la celebración de la Navidad ya que el Nacimiento que se montaba permanecía más de un mes instalado, al igual que cuando Joaquín era pequeño y su padre no lo desmontaba hasta el día 2 de febrero, como siempre nos decía en casa el propio Joaquín. Acaso la celebración del nacimiento del Sol, en ese frío barrio del Campo de los Palacios, lo teníamos más difícil.
Continuaba Joaquín su pregón diciendo que estas fiestas romanas “proseguían con la celebración de grandes banquetes familiares en los que no faltaba la entrega mutua de regalos. De la misma manera, tampoco están ausentes en nuestras Navidades ni los banquetes ni la mutua concesión de regalos colocados en el ya tradicional abeto o encargando esta simpática misión, sobre todo si de los niños se trata, al Papá Noel, a los Reyes Magos o al singular y mítico Olentzero que ha pasado a ocupar un destacado lugar en la celebración.
Fiesta del Obispillo. Salvatierra-Agurain, 6 de diciembre
También nos recordaba Joaquín que “no faltaba tampoco en las fiestas Saturnales el misterioso rito de elegir a un personaje para que encarnara al “Rey de la Fiesta”, al que colmaban de atenciones, rito éste que de algún modo está también presente en las celebraciones de nuestras Navidades alavesas, como en Salvatierra, donde el “Obispillo” o “San Nicolás” se pasea por el pueblo acompañando al grupo de mocetes que con sus cantos va pidiendo unas viandas para festejar el día”.
Quisiera apuntar otras palabras pronunciadas en aquel pregón y que hacían referencia a una costumbre de las aldeas de nuestra provincia que nosotros siempre la hemos celebrado en la Nochevieja del Campo de los Palacios y que hemos heredado cada hermano en nuestras fiestas navideñas hasta el día de hoy. Me refiero al “erre pui erre”, costumbre que consiste en poner un calendario del año que termina entre las piernas de uno de los presentes y darle fuego hasta que se consuma, demostrando la habilidad del que lo porte para que se consuma antes el calendario que sus pantalones, simbolizando la quema de todo lo malo que haya podido ocurrir a lo largo del año”. Os puedo asegurar que, tanto en mi casa como en casa de mi hermano Luis, seguimos con esta tradición en Nochevieja, viajando de esa manera a los años en los que lo hacíamos en casa de Joaquín.
Después pasó a hablarnos de lo que a él tanto le gusta y que domina a la perfección. Hizo un exhaustivo recorrido por todas las manifestaciones navideñas en la provincia. Como estoy seguro de que yo no lo diría con su gracejo y gran conocimiento, me voy a limitar a resumirlo recordando alguna de ellas:
“El Monumental Belén de Vitoria-Gasteiz y el de Santa María de los Reyes de Laguardia, con sus representaciones en movimiento tan famosas, con una de las danzas más típicas de la geografía alavesa. El Cortejo Navideño de Sarría en el Valle de Zuya y las representaciones de los Pastores en la denominada “Misa de Pastores” en la villa riojano-alavesa de Labastida, una escenificación de la Adoración de los Pastores al Niño Jesús cuyos orígenes habrá que fecharlos en los siglos XV o XVI y que la llevan a cabo un grupo de jóvenes ataviados a la usanza tradicional de los pastores, guiados por el Cahimorro”.
La adoración de los Magos. Belén articulado barroco, Laguardia
Diferentes escenas de la Danza de los Pastores, Labastida
Terminó hablando del “origen de la costumbre de instalar belenes o nacimientos para el que hay que remontarse al tiempo de San Francisco de Asís, a quien, para vivir y hacer vivir mejor la Navidad, se le ocurrió allá por el año 1223 la feliz idea de representar la escena y cuya idea se divulgó con prontitud y se copió en Europa con tal profusión y fuerza que muy pronto se convirtió en la costumbre más popular de la Navidad”.
Quizá ese espíritu de Francisco de Asís fue el que animó a Joaquín a montar todos los años en casa un monumental Belén, cuyo montaje traía en jaque a toda la casa durante mucho tiempo para evocar aquellas fiestas romanas a las que me he referido anteriormente.
Navidad. Una palabra mágica que nos traslada, sin querer, hasta nuestra infancia. Al pronunciar la palabra Navidad se activan los jugos de la memoria y aparece ante nosotros una recopilación de recuerdos, difícilmente borrables de nuestra mente. A todos nos pasa. También a mí.
Belén familiar en casa de Joaquín Jiménez
Y por eso recuerdo que la celebración familiar de la Navidad en casa era especial. Todo empezaba a primeros de diciembre cuando llegaba un amigo de Joaquín, escayolista. A pesar de ser muchos en casa y no disponer de mucho espacio, cuando Diciembre asomaba en el calendario, había que hacer sitio. Se desmontaba totalmente la sala de estar y se empezaba con el montaje de la estructura de madera que iba a dar soporte al Belén. Una estructura de madera que formaba un tablado de 1 metro de altura y ocupaba toda la sala. Por si eso fuera poco, se levantaban unos listones verticales casi hasta el techo, que servirían de soporte al inmenso papel azul repleto de estrellitas, imitando el cielo del desierto. Esa estructura era la excusa perfecta para jugar al escondite con mi hermano pequeño y más de una vez pisábamos donde no debíamos y nos llevábamos una pequeña reprimenda de Joaquín, presuroso por terminar la obra.
El escayolista terminaba su labor de dar forma a unos viejos sacos y los colocaba cuidadosamente encima del tablado. Tras varios viajes al taller, todo quedaba en su sitio. Sólo quedaba esperar una semana para que se secara. La estufa de leña y carbón que calentaba la casa en un rincón del pasillo no era capaz de secar la escayola en el tiempo que hubiese querido su artista y casi todos los años empezaba la labor de la pintura de las montañas sin poder esperar a su secado total.
Cantando villancicos junto al Belén Familiar
La siguiente labor consistía en colocar el río artificial y los caminos. El río, fabricado en hojalata, presentaba un par de meandros donde reposaría la lavandera y alguna ovejilla sedienta junto al balde de la ropa. Todos los años había que reparar alguna pequeña grieta que hacía que se saliese el agua en las pruebas iniciales, para fastidio de mi madre, que era la que tenía que limpiarlo.
Joaquín debía de sortear los obstáculos que se iban instalando en el tablado para ir colocando los cables que formaban todo el circuito de luces. Sus conocimientos de electricidad en su época de juventud le servían para atreverse él solo con esa difícil tarea. No obstante, varias eran las veces que tenía que cambiar los plomos, debido a alguna chapucilla que siempre justificaba por el envejecimiento de los cables de un año a otro.
Había un elemento en el Belén que recuerdo que era casi motivo de discusión todos los años. Era la colocación del fuego de los pastores. Es lo que más cambiaba. Los tres o cuatro pastores que descansaban junto al fuego, cambiaban de posición muy a menudo. Luego llegarían los detalles de las piedras en el borde de los caminos, los arbolillos, los kilos de musgo que necesitábamos y alguna corteza retorcida, que cogíamos entre todos los hermanos en el campo cercano.
El caso es que tres o cuatro semanas más tarde de cuando habíamos empezado, el Belén estaba casi terminado de montar. El tema de la cueva era donde más cariño y cuidado se ponía. Dado el tamaño de las figuras, la cueva era un espacio amplio y voluminoso y siempre la recuerdo en primer plano y a la derecha del tablado. El escayolista se encargaba de darle la forma adecuada para poder albergar en su interior los elementos habituales. Pero, curiosamente, se colocaban todas las figuras menos una.
La imagen del Niño Jesús se dejaba sin poner. Sería el día de Nochebuena cuando, unos minutos antes de sentarnos para cenar junto con los tíos y primos que vivían en el piso de arriba y que todos los años bajaban para cenar con nosotros, iniciábamos una pequeña procesión por el pasillo, siguiéndole a Joaquín, que llevaba en sus manos la pequeña imagen para depositarla en la cuna del Nacimiento, mientras entonábamos el Noche de Paz. Por cierto, esta costumbre todavía se mantiene cada año en casa de Joaquín. Quedaba así inaugurada la Navidad de ese año. Aquellas grandes y preciosas figuras las llevamos a la parroquia de San Ignacio para que las pusieran en su belén todos los años.
Durante toda la Navidad, solían venir los chiquillos del barrio a ver la obra y poner a prueba sus gargantas, entonando unos villancicos.
Y para terminar, me voy a permitir recitar unos sencillos pareados que he escrito para la ocasión y que, seguramente, Joaquín estaba esperando, sabedor de esta costumbre mía de terminar así las celebraciones familiares.
Pero antes, quisiera agradecer vuestra presencia y vuestro aguante. Y os animo a todos a que montéis algún belén en vuestras casas y espero que dentro de otros veinticinco años pueda venir, no sé si solo o con Joaquín, a oír el pregón de la Navidad.
Eskerrikasko.
Son días de amor y paz.
Días de mucho cariño,
fecha en que nació ese Niño,
símbolo de Navidad.
Oímos la lotería
como si fuera un pregón
y nos viene la emoción
sintiendo cerca ese día.
Los niños, de vacaciones.
Los mayores, a comprar.
Y entre todos, recordar
villancicos y canciones.
El Belén hay que montar.
Los Reyes y los pastores
y unas luces de colores
en la cueva colocar.
Ovejas, la lavandera,
ese alegre pastorcillo
con un tierno corderillo
que ya inician la carrera.
Todos van hacia la cueva
porque quieren adorar
y no dejar de mirar
al Rey de la Buena Nueva.
Veo el Belén terminado.
Cantando a su alrededor.
Se puede ver el amor
con que Joaquín lo ha montado.
Y, mientras, pasan los días,
Nochebuena y Año Nuevo
yo casi ya ni me muevo
de comilonas y orgías.
Mas todo tiene su fin.
Llegamos al 6 de enero “
¿Quién se levanta primero?”
está pensando Joaquín.
Los Reyes se están marchando.
Nos han dejado regalos.
“Pues no hemos sido tan malos”,
seguro que está pensando.
No sé quién será primero
en comenzar ese viaje
pero puedo asegurar,
sin decir nada de malo,
que para mí el gran regalo
ha sido poder estar
junto a ti en este homenaje
tan cariñoso y sincero.
Iñaki Jiménez Fernández de Retana
Navidades 2013