Pregón de Navidad 1996
P. DOMINGO (ÁNGEL) FERNÁNDEZ DE MENDIOLA OCD
“Anuncio de amor y paz siempre y en todo lugar”
El Teatro Principal volvió a llenarse el 22 de diciembre para escuchar la llamada a la Navidad, confiada este año al P. Domingo (Ángel) Fernández de Mendiola, OCD. El P. Domingo ingresó en el noviciado de los Carmelitas en Larrea (España) en 1939. Doctor en Dogmática e Historia de la Iglesia y autor de una docena de libros, fue director del “Institutum Historicum Teresianum” (Roma), profesor de la Pontificia Facultad Teresianum y rector de la comunidad permanente. Además, desempeñó en varias ocasiones el cargo de Provincial de Navarra. Especialmente significativa fue su presencia en India.Allí, durante 25 años como misionero, fue: profesor y último rector europeo del Pontificio Seminario de San José en Mangalapuzhe (Alwaye), el más grande del país; miembro del grupo que promovió la creación del Pontificio Instituto de Teología y Filosofía en 1972; primer presidente del Centro de Orientación Pastoral (POC) de Kochi.
El anuncio de la Navidad de este año, tan próxima ya, conserva el mensaje gozoso de amor y paz para todos, que se escuchó en aquel primer anuncio del nacimiento de Jesús, el Salvador, en Belén, hace casi dos mil años. Lo maravilloso de las Navidades es que así sucede “siempre y en todo lugar”, “semper et ubique” que decía el antiguo anuncio latino. Esto lo he podido comprobar personalmente en mis navidades, celebradas muchas veces en diversos continentes con el mismo gozo e ilusión con que la vamos a celebrar aquí dentro de tres días. Me vais a permitir recordar las celebradas en la India (Asia) y en Malawi (África), por ser países de mayoría no cristiana, y que, sin embargo, escuchan con agrado el mensaje de Navidad.
Navidades en la India, Asia
Estas fechas me traen a la memoria las navidades vividas durante 25 años en la India. La población en ese inmenso país es abrumadoramente no cristiana. Una gran mayoría de los indios, sin embargo y felizmente, o por la cercanía a personas o familias cristianas o por las noticias de la radio y por las imágenes de la televisión, muestran su alegría en la gran noche y día de Navidad, y quieren absorber el mensaje de Paz que se escucha, la ternura de un Niño en los brazos de su madre, el calor del hogar pobre pero acogedor, la luz de la estrella que ilumina y guía hacia el salvador esperado.
Y quieren escuchar el Mensaje de Navidad. Recuerdo a este propósito la invitación que recibí por el año 1976 del director de una gran empresa y fábrica de fertilizantes en Cochín, en que trabajaban más de 5.000 trabajadores. La F.A.C.T., bien conocida en los antiguos reinos de Cochín y Travancore, hoy uno de los grandes estados de la India llamado Kerala. El director, Krishna Nair, era de religión hindúe de la comunidad Nair. Entre los miles de trabajadores, los había hindúes, cristianos, musulmanes, budistas… Todos querían escuchar, dos semanas antes de la fiesta navideña, el mensaje de Navidad. Hablando con el director y representantes de la factoría tomé conciencia de que la Navidad tenía un mensaje muy especial para todos, que querían oírlo de nuevo de un sacerdote católico y que deseaban llevarlo a sus familias. ¿Qué mensaje? El mensaje transparente de un Dios de Paz, que se nos acerca hasta hacerse uno de nosotros porque se preocupa de nosotros, y que nos ama y quiere liberarnos del mal. Un mensaje que nos invita a felicitarnos mutuamente, cualquiera que sea el credo religioso y político, con el abrazo de la paz. Sentir y vivir la Navidad era para todos: decir no a la violencia, al odio, a la insolidaridad y al engaño, y decir sí al amor, a la vida, a la familia, a la fraternidad y a la solidaridad.
Llegada la Nochebuena, me gustaba salir de nuestro Seminario de Alwaye y recorrer pausadamente los caminos que discurrían en medio de los grupos de casas vecinas, bajas de una planta, rodeadas de árboles plataneros y cocoteros. En casi todas aparecían, al exterior, el adorno brillante de la estrella de Belén, y al interior, la luz suave de una lamparita, anunciadora de la esperanza del Dios niño, como les gustaba llamarlo. Sus inquilinos ¿serían cristianos? No todos, obviamente. Pero todos, necesitados de un Salvador, y deseosos de compartir alegría y augurios de paz.
Navidades en Malawi, África
Igual que en la India, pero diferente. Igual de alegría y de augurios de paz. Pero diferente en la explosión de colores y aclamaciones de gozo y en la necesidad de ver con los ojos y oír con los oídos los misterios de Navidad.
Recuerdo el 24 de diciembre de 1982 en el centro pastoral de Chiphaso de nuestra Misión de Malawi. Iglesia amplia y acogedora con amplios ventanales, pocos bancos, pero un suelo con alfombras donde podían sentarse y arrodillarse los cientos de cristianos con sus niños y bebés.
Se acercaba la hora de la Misa de Nochebuena, las 8 de la noche. De las numerosas aldeas vecinas escondidas entre árboles de la selva salían hileras de hombres y mujeres con sus antorchas de luz y sus gritos entrecortados en su lengua vernácula: “¡Navidad, Navidad! ¡Ha nacido el Salvador!”. Pronto la iglesia quedó llena de bote en bote. Comienza la celebración de la misa. Un coro, dirigido por el seminarista Canderella y acompañado con instrumentos armónicos, anima a toda la comunidad a unirse en momentos importantes de la misa con unísonos, sencillos pero preciosos. Y estaba el grupo de niñas que con finura y elegancia danzaban al ritmo del coro, expresando con sus pasos y gestos los distintos momentos de la misa. Momentos de gran emoción, en los que el amor, la alegría, el gozo de la esperanza y de la fraternidad impregnaban todo el ambiente.
Seguirían al día siguiente de la Navidad representaciones de los misterios relacionados con el nacimiento de Jesús en Belén. Tuve la suerte de asistir tres años más tarde, en 1985, a una de esas representaciones en la amplia sala parroquial de la iglesia de Kasungu, ciudad relativamente importante, no muy lejos del palacio del Presidente de la República de Malawi. La sala, completamente abarrotada, con la mayoría de la gente sentada en el suelo alfombrado. En un banco, arrimado a la pared, tenía delante de mí a jóvenes, mayores, a madres con sus hijos, en gran parte no cristianos.
Se me grabaron en la memoria algunas escenas por el realismo de los actores y porque el público entraba con gestos y voces dentro de la escena representada. Por ejemplo, recuerdo la representación del nacimiento de Jesús en Belén. En el rincón izquierdo del escenario se abrieron unas cortinas, y apareció, representando en vivo a la Virgen María, una joven madre con su bebé de una semana, rodeada de otras mujeres que le habían ayudado en el parto y primeros cuidados. Una explosión de alegría y ternura nos invadió a todos. La escena de Herodes, queriendo hacer desaparecer al niño Jesús, lo hicieron soldados buscando con fiereza en la sala entre los espectadores a los niños de menos de tres años, entre el clamor y rechazo de las madres, rechazo que se convirtió en aplausos de todos cuando ven morir a Herodes entre retorcimientos de desesperación.
Fueron tres horas intensas de representación; los actores no tenían papeles; habían leído varias veces los relatos de los evangelios sobre el nacimiento y primeros años del Niño Jesús, y cada uno representaba con vivacidad original y realismo al personaje bíblico que le correspondía. Y a fe que lo hicieron magistralmente.
Todos necesitamos el Mensaje de Navidad
Todos recibimos el Mensaje auténtico de Navidad. Dios que se hace pequeño y niño porque nos ama y quiere acercarse a nosotros para salvarnos. Dios que no desampara a nuestro mundo, sino que se mete en sus entrañas, para salvarlo. Cristianos y no cristianos sienten la necesidad de ese anuncio cada año: Dios con nosotros y Dios en nosotros; amor de Dios al hombre que se hace palpable y que nos envuelve en su Paz. Estoy seguro que todos los hombres y mujeres de Álava y sus alrededores van a gozar en las Navidades de este año 1996 de unos momentos de ese amor, de esa alegría, de esa paz, de esa fraternidad. La Asociación Belenista de Álava va a ser instrumento eficaz para que nos lleguen a todos. Ese es mi deseo y anuncio. ¡Feliz Navidad!
Padre Domingo (Ángel Fernández de Mendiola OCD)
Navidades 1996