Pregón de Navidad 2020
MIGUEL ÁNGEL ZALDIVAR ORTIZ DE LATIERRO
“Y los magos vienen a adorarle”

El 18 de diciembre, la iglesia de Santa María de los Ángeles, vuelve a acoger el Pregón de Navidad, acto tradicional de bienvenida al tiempo navideño en nuestra ciudad. Este año, como todo evento, es un acto especial, marcado por la pandemia de la Covid. Aforo restringido, distancia de seguridad, mascarillas y, sobre todo, recuerdo a quienes ya no están entre nosotros, entre ellos D. Carles Tarragó Gatell, presidente de la Federación Española de Belenistas. En este clima difícil, D. Miguel Ángel Zaldivar, conocido director de autoescuela y ayudante fiel de sus Majestades los Reyes Magos, es el encargado de llamar, con toda la responsabilidad, a la fiesta. 


Muy buenas tardes a todos y todas. Feliz y saludable Navidad.

Son estas unas fechas muy emblemáticas en el discurrir del año. Unos días muy apropiados para todo tipo de felicitaciones, buenos deseos, nuevos proyectos y, también, por qué no, para la nostalgia, los recuerdos y las reuniones de familia, de amistad, de compañeros y compañeras de trabajo o de estudio…

Las tradiciones navideñas se hacen presentes en estos momentos en innumerables actividades tanto públicas como privadas, y el sentir del cambio de las actividades de la ciudadanía se aprecia a flor de piel. Las calles se iluminan y engalanan, los comercios también. Todo parece renacer, activarse, después de un largo y cansino letargo.

No sólo en los domicilios particulares sino en las casas de acogida, residencias, hospitales, centros de día, centros de trabajo, se viven estos días de una manera más visceral, diferente. Y hay motivos suficientes para ello. Las felicitaciones con buenos deseos de prosperidad y paz, participaciones de lotería, comida y bebida un poco especial y, la mayoría de las veces, en exceso, así como los dulces y postres típicos de la temporada…

El sentir de los niños, nóveles o con poca experiencia en estas lides y en progresivo descubrimiento de cosas nuevas y también de los mayores en edad, con añoranza y en comparativa de unos tiempos pasados más austeros, genera en esta épica de celebraciones religiosas como una especia de simbiosis entre la sorpresa, admiración y satisfacción de los más pequeños que viven la Navidad como un cuento, participando en el adorno de la casa con su Belén, árbol de abeto, innumerables figuras de diferentes personajes de la realidad o de la ficción, algunos de ellos importados de otros países y de otras tradiciones, pero no por ello menos ilustrativos de lo que se quiere, de lo que se pretende vivir.

Luces de las más diversas formas y colores que dan un ambiente especial a la estancia y, por otra parte, los mayores en edad que mantienen siempre más vivas las tradiciones, participando y colaborando en la preparación de dichos adornos hogareños, dando los consejos oportunos, además de aportar a los niños muchos detalles ilustrativos de las experiencias de otras épocas vividas, pero no pasadas para el recuerdo.

Pero no todos pasamos de la misma forma la Navidad. Se nos quedan un poco vacías de contenido esas bonitas palabras y estrofas que tanto nos gusta recitar y que son el tema de canciones y villancicos que, en estas fechas, alegremente cantamos: paz, amor, felicidad, solidaridad, compromiso, alegría… Necesariamente hay que llenarlas de contenido. Hay que hacerlas reales, verdaderas, creíbles.

En nuestros días la historia se sigue repitiendo. Casi no hemos avanzado ni mejorado en gran medida nuestro comportamiento, ética y moral, como raza humana. Hay otra Navidad en otros lugares diferentes al nuestro. A veces, muy cercanos porque ya, en estos tiempos, no hay excesivas distancias físicas. La Navidad en la que se sufre, en la que se padece las miserias de la guerra, del hambre, atrocidades de todo tipo, de los secuestros, sobre todo de niños, de las mutilaciones de todo tipo, diferencias étnicas, conflictos sociales, falta de medicamentos y atención sanitaria, de la falta de escolarización, de la falta de trabajo, de la injusticia.

Todo ello nos rebaja a lo más denigrante de la raza humana, aunque no seamos partícipes individualmente de semejantes tropelías. También de la eutanasia y el aborto que, en nuestra sociedad actual, ha cobrado especial relevancia por lo limitativas que son para la vida y por ello hay diferentes posturas encontradas. La vida es lo más grande que Dios nos ha dado. También Él nos la quitará. Pero, mientras tanto, en el devenir de esa vida, deberemos hacer el bien y en ello, ser solidarios entre todas las razas y religiones.

No podemos estar tranquilos, alegres, satisfechos, mientras todo esto se siga produciendo en nuestro mundo y haya personas que no puedan disfrutar de lo que representa la Navidad.

El nacimiento de Jesús lo fue para redimirnos a todos en nuestras vidas. En su vida nos enseñó unos valores y principios éticos y morales, cuan buen padre enseña a sus hijos el camino más adecuado para su desarrollo vital. Con su muerte también nos redimió. Esto bien merece un monumento de alabanza ante tan magno acontecimiento en el ámbito familiar y en el colectivo. Los belenes, como muestra de esa representación divina pero a la vez humana, vienen a constituir dicho monumento.

Quisiera reivindicar desde aquí, para nuestra ciudad y provincia, y todos sus ciudadanos, la enorme tradición belenista, fuertemente arraigada y establecida a lo largo de los años: belenes vivientes, el macrobelén de La Florida, los belenes de los miembros de la Asociación distribuidos en diferentes recintos de la ciudad, belenes institucionales, belenes en residencias y hospitales, belenes en comercios, oficinas y entidades de servicio público, belenes particulares de elaboración doméstica en muchas viviendas… Todo un ejemplo de la tradición, de la sensibilidad, de la belleza. La representación es extraordinaria.

Finaliza un año que algunos, muchos, querrán colocar en el más alejado de los olvidos y está próximo a comenzar otro nuevo, lleno de expectativas, de oportunidades, de proyectos, tanto individuales como colectivos, de ilusión. Este 2020 es para algunos, los más, posiblemente un año aciago, de los de pasar página. Para otros, los menos, de indiferencia. Nunca llueve a gusto de todos, Pero si algo nos envuelve, nos relaciona y, por supuesto, nos mortifica y aflige a lo largo de este año, es la situación sanitaria de epidemia que nos ha sorprendido y estamos padeciendo a nivel mundial. No podemos dejar de estar preocupados, por múltiples motivos.

Aún así, la fuerza moral y espiritual que nos invade, puede con todo. Debe poder con todo. La alegría, la magia, la felicidad con la que siempre hemos afrontado estas fechas no se debe perder. Pero es de necesidad hacer alusión y destacar la extraordinaria labor del personal sanitario, de limpieza, de transporte, de farmacia y todas las personas que, de una u otra forma, han tratado de aliviar esta crisis sanitaria, social y económica de la mejor manera posible. Sirva también para mandar desde aquí un entrañable y cariñoso recuerdo a todas las personas que, de una u otra forma, han sido víctimas de la pandemia y a sus familiares y amigos.

Nada ni nadie nos puede amedrantar y hacer decaer esa ilusión y el poder participar en actos y actividades que, en estas fechas, se convocan desde hace muchos años, entre los que están las muestras de belenes repartidos por toda la geografía de nuestra ciudad y provincia. Todo ello con las debidas y obligatorias precauciones sanitarias y sociales. Por tanto, una muy atrayente y tradicional costumbre que se viene celebrando desde el siglo XIII, en diferentes versiones, formas y medios, pero con el mismo afán y cariño, no pierde su actualidad.

Para la comunidad religiosa, católica y cristiana, son estos días especialmente importantes en la celebración litúrgica y la representación, por medio de los belenes, de lo que aconteció hace más de 2000 años. Nos da una muestra de lo que es la Navidad y el fuerte arraigo social que conlleva. Ahora, es época de Adviento, la cuarta semana, cercana ya la celebración del nacimiento divino.

Pero no sólo para los católicos lo es, sino que otras muchas religiones que celebran tan importante acontecimiento con unos fastos de gran calado y tradición. Entre los actos más importantes se encuentra el nacimiento de Emmanuel y la posterior adoración por parte de unos magos de Oriente. Tanto se ha hablado y escrito sobre estos personajes que hay en día hay versiones de lo más variopintas: ¿cuántos eran? ¿eran reyes? ¿qué religión profesaban? Y otras muchas más.

Pero así lo describen las Sagradas Escrituras, en el capítulo segundo del Evangelio de San Mateo, refiriéndose a dichos Magos: “¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido? Hemos visto salir su estrella y venimos a adorarlo.” El Mesías había nacido en Belén de Judea, en una casa con unas condiciones de habitabilidad muy sencillas, humildes, lo que se corresponde a su condición no solamente humana sino también divina. Es una proclama de amor y solidaridad con los más desvalidos y necesitados.

En su atención y cuidados constantes, su madre, María, y su padre, José. Unos animales acompañaban posiblemente la bendita escena, proporcionando el calor necesario a tan extraordinario Niño que acaba de nacer, en unas fechas en las que, probablemente también, fueran de frío intenso. Al poco de su magnánimo nacimiento, una brillante estrella surcaba el cielo en esa dirección, Belén, y guiaba a unos Magos, venidos del Oriente conocido, Reyes según algunas versiones, sabios, astrólogos y probablemente también sacerdotes que, enterados de tan ilustre y santo nacimiento, y guiados por su estela, emprendieron su marcha en dicha dirección, desde los confines del Oriente, para llevar y ofrecer sus regalos a tan insigne criatura. El oro, el incienso y la mirra fueron depositados a los pues del Niño Dios como  un espléndido homenaje de personas terrenales, muy importantes por su poder y riquezas.

Reyes, según marca la tradición, pero que se postraban humildemente ante el Rey de Reyes, el Salvador, en una clara reivindicación de sometimiento del poder y de las riquezas al máximo hacedor en la tierra, que había querido nacer entre todos nosotros.

En unas fechas próximas nos encontraremos en la celebración de este acontecimiento, la Epifanía, la segunda cita festiva en importancia después del nacimiento divino. Con ello volverán a cobrar vida esos regalos que antaño se ofrecieron al Niño Dios y que ahora se vuelven a depositar cercanos a los niños y mayores junto a unos lustrosos zapatos, en reconocimiento a unos valores de los que todos somos poseedores en mayor o menor medida, pero que vienen a demostrar el cariño, el afecto, la ilusión y la magia con la que se envuelve esa ancestral escena.

Podremos contar con los Magos de Oriente en Vitoria los días 4 y 5 de enero, en el Polideportivo de Mendizorroza, en varios turnos que ha establecido el Ayuntamiento. Así se compensa la imposibilidad de poder disfrutar de la tradicional cabalgata que a tantos ciudadanos reunía. Los Magos de Oriente han querido estar con todos nosotros en la cita anual. Son muy necesarios para transmitir esa magia, ilusión, cercanía, felicidad…

También se produjo un hecho luctuoso al poco de nacer Enmanuel (Dios con nosotros) según cuentan los evangelios, cual fue la matanza por el Rey Herodes de los niños menores de dos años nacidos en Belén y sus alrededores, al ver comprometido su reino y reinado por dicho nacimiento, en un intento por acabar con el “Rey de los judíos”, que se encontraba entre esos niños. La huida a Egipto de sus padres le salvó de morir decapitado. Es el día de los Santos Inocentes.

En nuestra sociedad actual, por desgracia, no le damos a este día la importancia debida. Es una celebración que, según algunos autores, adolece de anacronismo, pero que bien nos sirve para recordar a todos los niños del mundo, inocentes, que por diferentes causas ven cercenadas sus vidas por la maldad, las guerras, los delitos sexuales, el hambre y un largo relicario de motivos totalmente injustificados y deleznables. Hoy en día más se parece a una fiesta pagana, aunque no se celebre con mala intención, pues no se piensa en las consecuencias que, posiblemente, tuvo en su día. Escribe el profeta Jeremías: “Un grito se oye en Ramá, llanto y lamentos grandes; es Raquel que llora por sus hijos y rehúsa el consuelo, porque ya no viven”. Es la desgarradora escena que se ha repetido a lo largo de los siglos y que, en nuestros días, en distintas situaciones, también se vuelve a reproducir.

Agradezco al colectivo humano que integráis la Asociación Belenista de Álava por darnos la posibilidad de disfrutar con la contemplación de esas obras de arte y por todo el trabajo y dedicación que lleváis realizando durante tantos años, con todo el cariño empleado en ello, en aras de extender el conocimiento y poder apreciar el buen hacer depositados en las obras maestras que se exponen para gusto y deleite de la ciudadanía local y foránea.

Y animo a que todos pongamos un belén, si no lo hemos hecho ya, en nuestras casas, en nuestros trabajos, en nuestros centros de estudio y formación, en nuestros lugares de ocio, en nuestras iglesias y centros de culto religioso. En ellos está la representación de la vida, la familia, la sociedad. Pero también está representada la humildad, la paz y el amor.

Muchas gracias.

Miguel Ángel Zaldivar Ortiz de Latierro
Navidades 2020